domingo, 19 de octubre de 2014

Hemos visto demasiado

"Legende über Lilja" es un poema de 14 estrofas que pone en relieve la memoria histórica a trompicones. Lilja, una superviviente polaca de los campos de concentración, dificulta a los verdugos la tarea de juzgar. Es una heroína que debe morir en el campo porque no desea delatar a los nazis los destinatarios de sus cartas.
Cual puzzle, el lector ha de completar los vacíos en una lectura difícil que le lleva a sufrir la misma dificultad que tenemos cuando recordamos hechos dolorosos y subraya el carácter incómodo de la confrontación con el pasado. Este texto de Sarah Kirsch (1935-2013) refleja el trato del legado de la Segunda Guerra Mundial en tiempos de quienes nacieron después de esta.


Sarah Kirsch en el año 2006 (Faz.net)

La leyenda de Lilja


1.
Si era bonita no se puede garantizar especialmente
porque los testimonios de los habitantes del campo que sobrevivieron
se contradicen incluso el color de su pelo
se describe de forma diferente en el fichero
no se encontró ninguna fotografía al parecer
la habrían enviado de Polonia
2.
En verano Lilja iba descalza como en invierno y escribió
siete cartas
3.
Seis rollitos finos como alambres recorrieron
las batas de los presos por la plaza del campo de concentración
se pegan en la piel cansada perturban el sueño
que no se conoce (no puede ser
testigo en el proceso)
4.
Uno cambió el séptimo por pan
5.
Lilja en la escribanía Lilja de camino Lilja en el búnker
Golpe con el látigo  su nombre por qué no dice nada quién sabrá
por qué guarda silencio en agosto cuando los pájaros
cantan en el humo
6.
Uno en uniforme calavera en el cuello amante
de obras teatrales antiguas (con perro de nombre clásico) se inventó que
se debería dejar hablar a sus ojos
7.
Entre los hombre presos se hizo una calle
una extraña avenida de árboles saqueados se levantó en aquel lugar
por allí debía marchar ella y delatar a una persona
8.
Ahora usa tus ojos Lilja ordena
a los músculos la sangre despreocupación has pasado por aquí a menudo
conoces cada piedra cada
piedra
9.
Su cara pasó por delante
dijeron los supervivientes ellos habrían tiritado
Como una muerta iba Lilja iba
hasta que el hombre cuyo perro se llamaba Hamlet
ladró orden suficiente
10.
Desde entonces no se la volvió a ver más
11.
Otros testigos dijeron que por el camino ella
sonrió a todos se peinó con los dedos
fue enseguida a parar al gas – pasó hace ya
más de veinte años –.
12.
Todos hablaron de Lilja durante mucho tiempo
13.
En el año 1965 ordenaron los jueces de Fráncfort que se redactara el acta
al parecer
se contaban leyendas este punto
se debía tachar de la acusación
14.
Se dice que en la carta confesaba no
saldremos de aquí hemos visto
demasiado

(Legende über Lilja, 1966. Sarah Kirsch)

El recitador alemán Lutz Görner ha dado voz y ha puesto pausas y comas para que esta "Leyenda" nos sea un poco más cercana.  Aquí os dejo el vídeo junto con el poema original.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Cuando nos despachan mal

Pensar en la palabra "despachar" nos lleva a tiempos pasados. Te hace trasladarte a una habitación de muebles pesados de madera, luz tenue y, sentado en un sillón orejero detrás de la mesa, un hombre bigotudo de pelo escaso y traje de chaqueta hecho a medida, que en el mejor de los casos se interesa por tu situación. Pero "despachar" también te lleva a una antigua rebotica, de esas que aún contaban con mancebos, donde las baldas de las estanterías luchaban con el peso de los cientos de tarros con nombres en latín.
Érase una vez un país que de la Europa continental donde el servicio brillaba por su ausencia. Donde la espera era regla general. Donde la palabra "despachar" consistía en esperar años y años para conseguir un coche de cartón, donde las uniones matrimoniales podían acortar ese lento pasar del tiempo hasta contar con tu propia vivienda. En ese paisito situado entre dos mundos vivió, no por mucho tiempo, la estudiante de filosofía Helga Maria Novak. Cuando el partido del paisito se cansó de sus trastadas, la despacharon de la Universidad. Empezaba "la época del despacho": idas y venidas desde Islandia al paisito y del paisito nuevamente despachada, de la República Federal Alemana a Polonia.
Esta muchacha sabía qué era que te despacharan mal. Por eso, al estilo redactor de uno de los ministerios secretos con más solera en el campo de la descortesía, escribió este pequeño retrato de un viaje rutinario en tren en aquel paisito que comenzara a derrumbarse hace ya un cuarto de siglo.



Locomotora a vapor en Klötze, años ochenta (Foto: Lutz Ungerbühler)

Poca obsequiosidad


El tren va despacio. Se balancea. El tren va deprisa. Pasa por unos árboles. Para en un andén vacío. Un altavoz dice, se ruega a los viajeros que no abandonen el tren. Dos hombres en uniforme van por los vagones y dicen: control de pasaporte. Un hombre y una mujer, los dos en uniforme, van por los vagones diciendo: por favor, rellene este impreso. Un hombre en uniforme va por los vagones diciendo: su visado, por favor. Un extranjero dice: no tengo visado. El hombre dice: ¿por qué no tiene usted su visado? El extranjero dice: no sabía que... El hombre dice: acompáñeme por favor.
El hombre en uniforme y el extranjero caminan por el andén y  entran en una oficina. El extranjero rellena un formulario. El hombre arranca un trozo del formulario, se lo da al extranjero y le dice: aquí está su visado. El extranjero camina al lado del tren y regresa a su compartimento. Los viajeros miran por las ventanas de sus compartimentos y ven al extranjero.
Dos hombres, ambos en uniforme y con metralleta, van por los vagones y dicen en voz alta en cada compartimento: salgan de aquí, por favor. Levantan los asientos. Pisan debajo los asientos y levantan las maletas grandes de la malla de las rejillas para el equipaje. Dicen en voz alta, gracias, y abandonan el departamento. Abren de golpe las puertas del baño.
Una mujer en uniforme va por los vagones y recoge los impresos rellenados. Dice: buen viaje.
Un hombre con un uniforme militar sucio se coloca fuera al lado del tren. Lleva en la correa a un pastor alemán de pelo largo. Lo libera. El perro babea. Lleva un bozal. El hombre le quita el bozal. El pastor alemán se agacha. Se desliza por debajo del tren. Va por las vías debajo del tren. Se choca con una vara de hierro debajo del tren. El perro sale de debajo del tren. Se sacude. El hombre dice: venga. El perro vuelve a meterse debajo del tren.
El tren ya está revisado. Un hombre en uniforme grita: ya está. El tren sale.
El tren va muy deprisa.
Se para.
Dos hombres en uniforme van por los vagones y dicen: control de pasaporte. La locomotora a vapor se desengacha. La locomotora a diésel se acopla.
Una chica va por los vagones. Lleva puesta una chaqueta larga y blanca. En la chaqueta pone Misión Protestante. Lleva una tetera. Grita: té, mentapoleo, té. Pregunta: ¿hay algún jubilado aquí? Lleva el pelo liado en un nudo hacia atrás. Un hombre joven grita: sí, aquí. La chica ríe. Derrama té. Dice: no, no, no. El hombre joven dice: tengo sed. La chica dice: sí, hoy hace mucho calor. Sigue andando. Grita: té, mentapoleo, té.
El tren sale. Va deprisa. En los compartimentos la gente charla. Una mujer dice: gemelos, qué monada, y encima dos nenes.


 (Abgefertigt, 1968. Helga M. Novak)