En este microrrelato Günter Seuren (1932-2003) apunta con su dedo índice a aquellas personas que piensan al revés, que deciden de lleno llevar una vida radicalmente distinta al resto. Lo drástico no consiste en seguir una nueva tendencia, sino en imaginársela y ponerla en práctica sin pregonarla a los cuatro vientos: aquí los hechos valen su "paso" en oro.
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Como los cangrejos de Günter Grass |
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—Ando hacia atrás porque ya no quiero andar más hacia
delante —dijo el hombre. Era de estatura algo superior a la
media, estaba pálido por el esfuerzo de concentrarse en ir hacia atrás, y tenía
una nariz enrojecida por el viento. Soplaba un fuerte viento de poniente, y las
ráfagas que el resto de transeúntes con los que el hombre andaba en la misma
dirección percibían solo como brisa en la espalda, le daban a él de lleno en la
cara. Se movía más despacio que los demás, pero constante como una tortuga que
marchara hacia atrás.
—Un día —dijo el hombre—, estaba yo solo en un parque
con el viento en calma. Junto a mí oía a los mirlos hurgar buscando alimento
entre los arbustos, oía a las palomas zurear, y una gran paz me invadió. Di
unos pasos hacia atrás; ahora sé que el camino se estrecha cuando solo se anda
hacia delante. Al comenzar a andar hacia atrás, vi las cosas que se pasan por
alto y no se advierten, oí incluso lo que no se oye. Me tiene que perdonar si no
me estoy dando a entender muy bien. No me pida que sea lógico, el
descubrimiento que he hecho no se puede expresar con palabras. Y tampoco piense
que no soy un hombre recto, yo no vuelvo sobre mis pasos, yo...
El hombre enmudeció por unos segundos y miró hacia delante con
decisión:
—Le resultará extraño, pero...no soy ningún soñador.
—Y entonces, ¿qué es usted? —dijo el acompañante, un hombre que se movía con la convencional marcha
hacia delante—. Así no puede seguir. Un día se quedó parado de pie, quizá quiso
sentir crecer la hierba; dio un par de pasos hacia atrás para tener espacio.
¿Fue así?
El hombre que caminaba hacia atrás examinó a su acompañante; su mirada
era tierna.
—Mi experimento no ha
concluido aún —dijo.
—¿Cree usted que su forma de
desplazamiento se impondrá? —dijo
el acompañante.
—Es una pregunta difícil
de responder —dijo el hombre con la mirada fija en un punto que el acompañante
no podía reconocer—. Mi idea no es nueva, dicho sea de paso. Como más tarde
descubrí, hubo un pueblo que se desintegró en polvo hace tiempo y que tenía
problemas similares a los nuestros por resolver. En todo caso había entrado en
una fase en la que su supervivencia estaba en tela de juicio. Además, este
pueblo se las arreglaba de un modo aparentemente extraño; también lo puede
usted llamar ardid si así lo desea: en lo sucesivo los conflictos bélicos que
se daban entre las tribus se resolvían de forma que los adversarios se
colocaban de espaldas y propinaban golpes y puñetazos en el aire hasta que los
combatientes, exhaustos, iban cayendo al suelo uno tras otro. Verdaderos
señores perdían el equilibrio en el terreno de combate respirando con
dificultad; el sueño que venía a continuación se lo tenían ganado. Eran peleas
que duraban días, pero en las que no se derramaba sangre, y la única secuela eran
unas agujetas monumentales. ¿Qué le parece?
—Lo admito: una vía de
escape idónea para los pueblos primitivos —dijo el acompañante—, pero nada que
nos sirva a nosotros—. ¿Qué es lo que promete usted con su forma de andar hacia
atrás?
—Confío en llamar la atención
sobre mí —dijo el hombre.
—Decididamente, eso lo está
haciendo —dijo el acompañante—; eso también lo hace un pianista que toque todo el
día o alguien que camine cincuenta kilómetros sobre las manos.
Sin embargo, el hombre que andaba hacia atrás no dejó que aquellas indirectas
le sacaran de sus casillas.
—Espero que me entienda —dijo—,
la primera vez que caminé hacia atrás, renací.
—Bueno, está bien —dijo el
otro—, usted no es el primero en albergar tales opiniones. Al fin y al cabo,
está proponiendo algo práctico; no obstante, dudo mucho que tenga éxito.
—Con éxito o sin él —dijo
el hombre—, todos nosotros queremos intentarlo, todos.
—Disculpe —dijo el acompañante—,
yo me atengo a los hechos: ¿le han emitido un acta por desorden público?
El hombre que caminaba hacia atrás miró por primera vez a su
acompañante cara a cara.
—Solamente una vez —dijo
sonriendo—, eso fue al comienzo, cuando todavía era alguien inseguro.
—¿Y hoy ya no se pelea con
nadie?
—¡Nunca! —dijo el hombre aún
sonriendo.
Se quedaron callados. El hombre caminó hacia atrás dando pasos
flexibles. El acompañante tenía que esforzarse para seguirle. El hombre que
andaba hacia atrás iba cada vez más rápido.
—Perdone —dijo—, por desgracia he de darme prisa.
Tengo una cita. Adiós.
Entonces desapareció entre el gentío. El otro redujo la velocidad de
sus pasos como quien se queda atrás para recuperar el aliento. Unos segundos
más tarde ocurrió. Un grito a varias voces estalló como una grieta que se va
abriendo en el asfalto. La gente se detuvo mirando en una dirección concreta.
Al principio fueron unos pocos; luego grupos enteros se movieron formando un
círculo de personas que crecía rápidamente. Cuando por fin el acompañante
avanzó lo suficiente para poder mirar en el círculo, vio que el hombre que
había caminado hacia atrás yacía en el asfalto como un enorme títere que
hubiera caído del cielo. Del círculo dijo alguien: «El coche no ha tenido la culpa, eso lo puedo atestiguar». Y otro dijo: «Debe
de estar borracho. Caminaba hacia atrás».
El acompañante se metió en medio del círculo y se
inclinó sobre el hombre. —¿Puede escucharme?
—Sí —dijo el hombre sin
moverse. Estaba tumbado con la mejilla izquierda sobre el asfalto y hablaba
hacia el suelo gris. —Pruébelo una vez cuando esté solo. En algún sitio. En un
parque o por la noche en un lugar abierto. Espero que lo haga. Hallará gusto en
ello. Y hágalo mejor que yo.
Los policías entraron en el círculo.
—¿Podría prestar declaración? —le dijo un policía al
acompañante.
—Quería caminar hacia atrás —dijo el acompañante.
—Con él, este es ya el cuarto que lo intenta hoy —dijo
el policía—. ¿Pero qué le pasa a la gente?
Una interpretación del texto original al que corresponde mi traducción la podéis encontrar en:
http://www.grabbe-gymnasium.de/grabbe/analyse/experiment.htm