miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Hasta pronto, Otfried!

En un día como hoy los niños alemanes que ya dejaron de serlo se retiran y, en un momento de recogimiento, vuelven a soñar con las aventuras de Krabat, o a recordar la historia del pequeño fantasma, mientras luchan por reorganizar en su mente los pedazos de las aventuras y desventuras de Vania, el forzudo.
Yo, sin embargo, por cosas del destino, no puedo rememorar las aventuras y desventuras de estos personajes de Preussler. En mi infancia española no tuvieron cabida, apartados por otros cuentos de menor abolengo en la historia de los libros infantiles, cuentos que mi padre nos leía a mis hermanas y a mí antes de dormir.

Pero, ¡alto ahí! ¡Sí que leí a Otfried! Entre uno de los muchos libros de aquella larga colección azul de El Barco de Vapor había uno cuyo título quedó relegado al fondo de mi cabeza, junto con sus hermanos de combate. Allí compartía polvo hasta hoy, hasta hace unos segundos, cuando, mientras leía la noticia de la muerte de este querido escritor alemán, topé con una portada multicolor de este libro. Agustina la payasa. ¿Era una historia triste? ¿Tenía al menos un final feliz? Sí sabría deciros con certeza que Agustina trabajaba en el circo...Al igual que más de uno en un día como hoy, yo tampoco guardo muchos recuerdos de estos libros. Y por eso, como muchos otrora pequeños lectores, hoy solo me queda acabar con un ¡hasta pronto, Otfried! Pronto, cuando regrese de tu Heimatland, coincidiremos en casa como hace veinte años lo hiciéramos.