Si hace más de un siglo el periodista Georg Weerth "alentaba" a los patronos a animar a sus obreros para que rindierán más en el trabajo, y hace unos decenios más de alguno bailaba con "El costo de la vida sube otra vez" de Juan Luis Guerra, ahora ni podemos dejarnos alentar ni permitirnos bailar. Eso nos martillean desde los cuatro vientos (es decir: tele, radio, prensa e Internet).
Yo prefiero quedarme en mi mundo, donde la gasolina sube otra vez, la democracia ya ni se ve, la corrupción juega ajedrez y a nadie le importa qué piensa usted. ¿Qué es peor, que le muerda a uno el desempleo o perder la dignidad humana? Poco me hubiera gustado estar en el pellejo de los obreros de Weerth, pero menos en el del despiadado capataz del poema. Ya ves, los tiempos cambian, el mal persigue.
Bailarines (¿al son de Juan Luis Guerra?), Fernando Botero |
Trabaja (poema de George Weerth, traducción de María González de León)
Hombre que vas
en vieja bata azul,
¡trabaja!
¡Consigue pan y sal!
¡Trabaja! El
trabajo es método eficaz
para la
pestilencia y necesidad.
¡Trabaja!
¡Mueve tus brazos!
¡Trabaja unas
dieciséis horas!
¡Trabaja! De
noche ríe el río Warme,
que te mantiene
alejado de la pereza.
¡Trabaja! Al
fin y al cabo tienes ganas.
¡Trabaja!
Piensa en esa bella mujer que,
embarazada y
pálida como un cadáver,
aguarda con
lágrimas en tu choza.
¡Trabaja! Sé
como la frente de las reses,
que es como la
tuya: ancha y gruesa.
¡Trabaja!
Desnudos tus hijos
te besarán
cuando regreses.
¡Trabaja hasta
que te palpiten las venas!
¡Trabaja hasta
que te crujan las costillas!
¡Trabaja hasta
que te suden la sienes!
¡Estás hecho
para trabajar!
¡Trabaja hasta
perder el sentido!
¡Trabaja hasta
que te venzan las fuerzas!
¡Trabaja!
Cuando tus restos estén en la sepultura
ya descansarás.