miércoles, 30 de abril de 2014

Vive mirando una estrella

Siempre en estado de espera.

En estado de espera. Picasso y Sylvette (Foto: Spiegel)
Como Picasso en aquel verano francés en Vallauris del año 1953, así estamos quienes guardamos silencio mientras el Ministerio decide desde Adviento del pasado año, qué hacer con nuestras becas de doctorado de FPI. A la espera de que nos caiga una Sylvette David que, con su rubia melena y cuello eterno, nos endulza un invierno, una primavera y, terriblemente, un posible verano.

Pero aquí no hay Sylvettes, no hay criaturas extraordinarias que nos tiendan su mano para pintar su belleza y olvidarnos del derecho a ser algo en la vida. Pablo, ¿de dónde sacaste la fuerza? ¿Dónde buscar alimento mientras el resto del mundo gira? Françoise te dejó y aquel verano de standby fue tu salvación. Ojalá que este tiempo nos conduzca a los desesperados desesperanzados a la salida. Mientras tanto me quedo como Extremoduro....




Sueña con su melena
y viene el viento y se la lleva,
y desde entonces su cabeza
sólo quiere alzar el vuelo,
y bebe rubia la cerveza
pa' acordarse de su pelo. 



Sylvette Davis, Picasso 1954 (Foto: faz.net)

jueves, 3 de abril de 2014

La Corona Española, Bismarck y Leopoldo Olé-Olé si me eligen: Un trío imposible

Cuenta el célebre profesor Gordon A. Craig en su archiconocida obra Deutsche Geschichte 1866-1945 el bochornoso papel que desempeñó el príncipe Leopoldo von Hohenzollern-Sigmaringen en la creación del Estado de Alemania que el general Bismarck tenía en mente.

Leopoldo (Wikipedia)
En medio de una España una vez más convulsionada tras la Revolución en contra de Isabel II (1868), el provisorio general Prim se dispone a buscar candidatos que deseen ocupar el pesado trono español. Entre los posibles se encontraba Leopold von Hohenzollern-Sigmaringen, hijo del príncipe Karl Anton, jefe de la rama católica de la Casa de Prusia. Pese a que el joven Leopold rechazó en un principio la seguramente poco apetecible oferta, el general Bismarck, buscando el ya planeado enfrentamiento contra Francia, apoyó la candidatura de este, convirtiéndolo en un peón de su partida de ajedrez. 

La jugada dio resultado y la reacción de Francia no se hizo esperar. La candidatura de Leopold, al que en la malaje España del terruño se conocía ya como Leopoldo Olé-Olé si me eligen, fue objeto de idas y venidas entre las embajadas de París y Berlín. Sin embargo, el ambiente estaba caldeado y Francia avisó a la corte de Prusia que si Leopoldo no abandonaba sus intenciones el país le declararía la guerra a Prusia. Bismarck se frotó las manos, Leopoldo y su padre decidieron quedarse mejor como estaban, y, como suele ocurrir, el orgullo ganó a la cordura y la guerra llegó.