„Allein sein zu müssen ist das schwerste, allein sein zu können das schönste.“
Hans Krailsheimer
Tener que estar solo es lo más difícil, poder estar solo es lo más bello.
Leer el Homo faber de Max Frisch es leerse a
uno mismo, leer a la sociedad contemporánea. Vive hoy y vive como tú quieras, ¿qué más da? Lo único que es cierto es el instante que tenemos,
la seguridad de notar cómo
este va mudando de piel para pasar a ser pasado mientras vamos degustando las
siguientes porciones de tiempo.
Y si solo disponemos de instantes breves y fugaces
¿qué es eso del compartir sin más? ¿Cómo
se pudo siquiera hablar de filantropía? No nos dejemos engañar:
mientras cuentas los instantes y planificas lo efímero, la única acompagnante
posible es la soledad.
Quizás por eso sea vital conocer sus caras. Y,
como a Walter Faber, puede que se nos antoje más de una vez coquetear con ella,
aunque las consecuencias acaben siendo fatales.
Como siempre, mi traducción:
Edward Hopper, Coche de asientos |
Dejé de hablar, pese a que el señor Lewis, creo, no entendía ni palabra; tomó enseguida la copa con la mano cuando
quise llenársela, y sacó a bailar a Sabeth, a quien yo le parecía un
cínico...Yo no soy cínico. Solo soy aquello que las mujeres no soportan, alguien
completamente realista. No soy ningún desalmado, como sostenía Ivy, y no tengo
palabras contra el matrimonio; la mayoría de veces son las mujeres quienes dicen
que no sirvo para ello. No puedo ser
sensible todo el tiempo. El estar solo es el único estado posible para mí, ya
que no estoy en aras de hacer infeliz a una mujer, y las mujeres tienden a ser
infelices. Lo reconozco: estar solo no siempre es divertido, no siempre se está
preparado. Por lo demás sé por experiencia que en cuanto nosotros mismos no
estamos preparados las mujeres también dejan de estarlo; en cuanto se aburren
llegan los reproches de que no tenemos sentimientos. Para eso, hablando con franqueza, prefiero aburrirme solo. Lo reconozco: no siempre tengo ganas de ver la
televisión (pese a que estoy convencido de que la televisión será aún mejor en
los próximos años, dicho sea de paso), ni de estar a
merced de los estados de ánimo, pero es precisamente en esos momentos cuando
acogo con satisfacción mi soledad. Entre los minutos más felices que conozco se
encuentra el minuto en el que abandono una reunión, cuando me siento en mi
coche, cierro las puertas y meto la llavecita, pongo la radio, me enciendo un
cigarrillo con el encendedor, luego
pongo el pie en el acelerador; para mí las personas son un martirio, también
los hombres. En cuanto al estado de ánimo, como he dicho antes, tampoco me
importa un comino. A veces uno se
enternece, pero acaba por volver a dominarse. ¡Síntomas
de fatiga! He llegado a la conclusión de que, como ocurre con el acero, los
sentimientos son síntomas de fatiga, nada más, por lo menos en lo que a mí se
refiere. ¡Nos fatigamos! Entonces tampoco sirve escribir
cartas para no estar solo. No cambia nada; después solo escuchamos nuestras
propias pisadas en el piso vacío. Peor aún son esos locutores de radio que
recomiendan comida para perros, levadura en polvo o yo que sé qué más, entonces
enmudecen de repente: Hasta mañana temprano! Y eso que no
son más que las dos de la mañana. Luego ginebra, pese a
que a mí la ginebra, así lo digo, no me gusta; a esto hay que añadir
las voces que llegan de la calle, los bocinazos o los retumbes del metro; de
vez en cuando los retumbes de los aviones, da igual. A veces pasa que en esos
momentos simplemente me quedo dormido, el periódico sobre la rodilla, el
cigarrillo encima de la alfombra. Hago un esfuerzo. ¿Para
qué? Dondequiera que sea sigue habiendo una emisora de madrugada con sinfonías;
la apago. ¿Y luego? Después simple y llanamente me quedo
ahí, la ginebra que no me gusta en la mano, y bebo; no me muevo para no
escuchar ningún paso en mi piso, pasos que solo son los míos. Nada es trágico,
sino laborioso: uno no puede darse a sí mismo las buenas noches. ¿Es esto
razón para casarse?